Cuestiones Antropológicas
Desde mi tercer semestre en la universidad no he podido evitar preguntarme ¿Qué fuerza extraña del destino me hizo estudiar antropología? ¿Acaso habría algo en mi lado oscuro que resolvió mis dudas vocacionales, y optó por el tópico más descabellado de todos?
Sin bien nunca he renegado de mis saberes antropológicos, si tenía presentes ideas menos ortodoxas que la mera curiosidad a la hora de escoger; y aunque me hubiese gustado que todo el proceso se hubiera desarrollado idílicamente, como les pasa a las reinas de belleza, quienes desde niñas siempre soñaron con ser señoritas Colombia, en realidad esta opción sólo hizo parte de una minúscula lista de alternativas, que diseñé en las visperas de mi graduación de bachiller y que descontaba cualquier cosa relacionada con las matemáticas, la política, el derecho y la medicina...entre muchas otras.
Con el trascurrir de los semestres encontré que "mi lado oscuro" no se había equivocado y que me encantaba la forma perfecta como la ciencia y las humanidades se mezclaban con elocuencia en las asignaturas del pensum y que no había ninguna que hubiera preferido evitar. Pero hasta ese momento no me había percatado de lo inmenso y variado de las temáticas, de lo miscelaneo de los contenidos, de lo indefinido del concepto. Sólo vine a encararlo cuando alguien se atrevió (porque la mayoría tiene indicios pero nada concreto, y la otra parte es ignorante por completo) a preguntarme en que consistía mi carrera.
Desde los fonemas hasta los acetábulos tienen que ver con antropología. El enfoque es vastísimo y el estudiante se queda corto en sustantivos para explicar el mundo gigantesco, secular, gnóstico, diverso, pero sobre todo neutral del antropólogo; y hoy, cuando me apresto a realizar uno de mis primeros artículos basados en mi sabiduría teórica, me encuentro que la calidad de mis referentes parece una indiscriminada colcha de retazos que se excusa en las propuestas posmodernistas para tocarlo todo y concluir en nada.
Cómo es posible que la antropología se haya convertido en un índice del Almanaque Mundial: con una variedad infinita que huye de los detalles, del desgloce, del análisis y se limita a la descripción maravillosa, a la composición literaria, a la porno-miseria como herramienta básica. A proponer la diferencia, pero excluirse de explicarla.
Esta ciencia encantadora, parece ahora una de esos saberes inesperados, como la etología o la espeleología, o cualquiera de esas cosas que se aprenden sólo para presumir "cultura". Se convirtió en la huella de una vana erudición, un oráculo sapiente que todo lo ve pero que no se unta para constatar, en una verborrea constante e intrascendente, en un conocimiento egoista .
Qué pasó con las escuelas Mallinowskianas, o las Levistrossianas, o con lo seguidores de Marvin Harris? Con esas ideas antiguas de explicar la diversidad del hombre desde estructuras, ambientes y necesidades comunes? Qué sucedió con la idea de desarrollar la teoría a través del trabajo de campo?
Hoy veo los pocos artículos y compilados que intentan vanamente explicar las dinámicas socio-culturales bogotanas y me encuentro con historias de pandillas legendarias, léxicos indigentes, y toda una gama de paupérrimo romanticismo, excusado y públicado en nombre de la sagrada ciencia. Un anecdotario de experiencias de individuos que infructuosamente se sumergen en una comunidad para extremarla y recurrir al asombro, a las vísceras.
El buen salvaje está vivo!!!!

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